Los sueños no ocupan lugares ni personas reales sino fantasmas y casas embrujadas que se parecen a las que conocemos.
Cuando supe que sería padre por primera vez reaccioné cortándome el pelo y buscando trabajo con tácticas y estrategias más convencionales; también decidí irme a vivir a casa de la rusia, pasé a ser un allegado. El hecho de cortarme esas largas chascas significó mucho, entre otras cosas regresaba al mundo del orden y la perseverancia[1]. Buscaba con ello marcar un antecedente de presencia y respuesta; primera reacción del animal masculino: llevar la comida a casa. Simultáneamente comencé a soñar y a recordar los sueños, a despertar taquicardioso y asustado. En el primero de ellos, sueños pesadillas, caminaba a ritmo medio, de noche, por calle Pio nono -paseo habitual, recorrido obligatorio a la casa de mis amigos, Los Dalton-, la gente, los jóvenes, los flaites, los Otros; se daban vuelta y suap!!!, cornete en la cara, y así uno tras otro, una especie de hoyito patá pero a la cornea[2]. Despertaba de madrugada, con el frío otoño que comenzaba a deshojar los árboles del parque juan XXIII, sabía que aburriría a medio mundo contando la misma historia.
[1] “Los proyectos no tienen luz ni telón de fondo estoy inscrito de la nada en el
nuevo y ordenado régimen de la perseverancia”. Este breve poema lo escribí al despertar del primer sueño.
[2] Nicolás Rupcich, amigo artista, utlizaba, en los años 90, permanentemente este concepto.
Marzo: Revista Lecturas
Hace 13 años
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