En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

lunes, 5 de marzo de 2012

Una reunión para no creerla


1.- Dos amigos - a falta de uno-, tal vez los más grandes, tal vez los más peligrosos, se reúnen en Francia a finalizar estudios doctorales en materias absolutamente innecesarias para el progreso de la sociedad lo que me hace sentir totalmente orgulloso de ellos –claro que orgullo es una palabra que no cabe entre ellos-. Ambos viven de los recursos ajenos –una maravilla- y se dedican a leer novelas, cuentos y poesía que no les serán de ayuda con sus estudios. Destinan la mayor parte del tiempo a viajar y tomar por distintas ciudades y puentes de Europa. Los seis pisos que separan su departamento de la planta baja se suben típicamente deteniéndose en las estaciones pares, momentos hidratantes mágico amorosos, ambos se besan de dos en dos.  El parsete goza de lo lindo sacándose fotos con las bellas inmigrantes de su barrio de inmigrantes y se disculpan forzadamente por falta de idioma.

Hace más de medio siglo por esas calles y por esos puentes transitaban otros malditos de la misma estirpe.

Desde esta triste ciudad les escribí mensajes en botellas de pisco y aguardiente. Desde este ventanuco elevado les he contado, a boca de jarro, mis vaivenes anímicos y las jugarretas más torcidas que pueda imaginar. Pocas veces recibí respuestas tranquilizadoras. La realidad ha dejado de ser lo que era por entonces, cuando nos aburríamos de dar rienda suelta a nuestro desenfreno.

Es arto probable que el aburrimiento entramado directamente con el sufrido existencialismo laboral posmoderno sea el gran responsable de haber construido una suerte de acuerdo con estos dos pelafustanes: viajan por mí. Lo hacen a medias como casi todo, cumpliendo mis deseos más superfluos y antojados, gritando en los sueños pesadillas, sintiendo el hígado explotar. Así país vasco, así el confit de canard, así mirando carros lanzallamas en la carretera rumbo a cannes.

2.- La reunión será en Buenos Aires. Ésta vez participaré. Los lindos me han convocado. Fecha del pasaje: 22 de febrero, 8 am.

3.- La primera cerveza fue a metros del aeropuerto que se llama aeroparque –una desviación del lingus de Alexis Jovanovic, como ejemplo: da edificio departamento-. Aeropuerto Aeroparque, una belleza. La segunda y la tercera también fueron cervezas Isenbeck. Como decía, a metros del aeropuerto y a orillas del río de la plata. Mientras tanto unos pescadores de muelle buscan el Dorado perdido que luego venderán en el costado del mercado de Palermo a precio de oro.

En Caballito las calles son grandes y los árboles frondosos, verdes. Es verano y la lluvia tropical se deja caer intermitentemente. En todas las esquinas hay cafés, pizas, parrillas y un mercadito chino que tiene de todo y nada, porque allá, allende los andes,  todo se compra por separado. Las calles se caminan y se toman cerveza en mano. Las distancias que en Santiago parecen inabarcables se vuelven accesibles y, a pesar del calor agobiante, húmedo, traspiroso, empapado, mojado, ir de un lugar a otro es más agradable de a pie que por otra vía. Para andar en bicicleta hay que tener una buena bicicleta.

Las conversaciones son inverosímiles y giran en torno a la muerte, el sexo, el fútbol y la literatura; formando un espiral, una tormenta. No fuimos culo de golpearnos, los recuerdos sustanciosos de la inocencia perdida.  Por momentos abarcamos la ciudad desde una perspectiva fallida, con el ojo chueco, con la córnea puesta en las lombrices y hormigas gigantes del parque Rivadavia. Las alucinaciones en 3D, el Paraná, el Tigre, la cabaña Faulknereana, los yonkis transgéneros cyborg del pantano, la arquitectura típica de la era Menem que aborda manzanas enteras volviendo la ciudad una ciudad de locos, locos lindos, locos piolas. El wisky de los gansos se combina necesariamente con las pesadillas del horror, los gritos nocturnos, los llantos, el famoso martinete con las luces refractantes de las rubias, las morenas, los culos, las tetas. Variaciones de lo mismo, de lo mismo que veníamos hablando cuando nos crecían los dientes de leche. Imagen hermosa: larga fila del narrador, tiempo detenido, espera inmóvil junto a los escalofriantes pensionados del Banco de la Nación, breves respuestas de agentes del mismo Banco de la Nación precisando errores evidentes del no cliente,  no hay otro consejo posible, el Banco Provincia debe ser más chico que el de la Nación, así con mayúscula. Como las Malvinas o Eva o lo que sea radical, socialista, la triple A, nadie entiende un carajo, como dice el tema: son todos narcos.

Cuando no quedaba nada, ni silencio, entonces las milongas. Y después de ellas, los duraznos. Más que el tango, los tangueros. Más que nada Atahualpa.

La cronología de los hechos permite adivinar por el reverso que si después de la primera noche no perdíamos la vida entonces el antídoto de la tragedia no formaría parte de este breve anecdotario. En fin, la noche nunca se volvió día y así, una cosa llevó a la otra.

Avísenme si la cago.

4.- La comida Saereana…