En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

viernes, 21 de enero de 2011

No podemos vivir sin poesía

Es más que curioso esto de trabajar en un lugar al que le digan el “Olimpo”. Es raro, anormal y aberrante desde mi perspectiva, pero yo lo elegí así. Me enfrento hoy a mi esquizofrenia diurna y vespertina. Es incomprensible desde todo punto de vista que, al momento de mayor actividad escritural  que realmente surgía del corazón de mi corazón, de mi rabia de la rabia que secretan mis entrañas, me vuelva un jil anacrónico que se va de gira al olimpo. Acuso recibo, parezco globo inflado, cuidado con el pinchazo. Abandono de funciones, abandono la ciudad, abandono a la gente de la ciudad, inmersión y asfixia alcurniosa y ascendente en la escala de primates cada vez más quejumbrosos e insatisfechos, directamente proporcionales a sus ingresos y joyas doradas en LSD. Curioso también pasar de las cloacas calurosas y hediondas a orillas del Mapocho al refrigerador fálico e higiénico de la torre ganadora de concursos chic e internacionales. ¡¡¡¡Qué manera de ser fanáticos del aire acondicionado estos camaradas apostólicos!!!! No podemos vivir sin poesía, no quiero ser un tonto solemne. Pero lo parezco, lo padezco.  Lo soy de 8 y pico temprano la mañanera hasta las 6 y verga apretando raja asalto D18 rumbo a comunidad Aguirre Lucco. Bajo cada día catorce pisos, bajo echando sangre por boca y narices. ¿Cómo será la próxima bajada?, ¿cómo será la caída libre?.
El poeta está ahí para que el árbol no crezca torcido, pero este tronco tiene las raíces con hipoglicemia, las hojas secas y la fruta podrida. Ni la rectitud aparente de sus ramas de espíritu salvaje logran engañar al todo poderoso. Esta es la esquizofrenia de vanguardia, del sobre viviente endeudado hasta el hoyo, la esquizofrenia del weón mentiroso que se peina lengüetazo, de terno y corbata jornada diurna: la pérdida del juicio crítico en horario laboral. El retorno a la casita se hace en yerba y arrumacos familiares desoxidantes. Es la locura del principio de este siglo que  tiene mala pinta. Esta es la miseria del pelota que ya no reclama como antes: me entrego. Suban, si les parece. Me parece, a la mierda el porrazo, todo sea por el seguro de muerte y para pagar el crematorio. Miren que mis zapatos son mis ataúdes.