En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

martes, 26 de julio de 2011

¿Y diosito donde está?


  
1.- La matanza de Noruega ejecutada por un psicópata ultraderechista resuena en las mentes de todo lector aficionado a los policiales de Hennig Mankell donde su osco detective, Kurt Wallander, la estaría pasando como las reverendas pelotas con estos desenlaces fatales del país vecino (el policía vive en Ystad cerca de Malmö, Suecia). Al menos en mi caso, la cercanía geográfica entre la historia real y las ficciones del novelista, así como el modus operandis del deschavetado blondo y la siempre imponente presencia del frío mar nórdico han detonado invenciones terroríficas de imágenes cargadas de dolor y sin sentido en las vagas reflexiones personales afectadas por este sangriento episodio.

La verdad es que son escasos los antecedentes con que cuento respecto de estos incidentes, primero los bombazos en Oslo y luego el baleo a diestra y siniestra en la Isla de Utoya; las cifras de muertos son impactantes y las pequeñas historias de las víctimas sobrevivientes son aterradoras, entre ellas me afectan hasta las lágrimas los relatos de jóvenes y niños saltando desesperadamente desde un acantilado al gélido mar, me doy cuenta que varios deben haber muerto congelados y otros aporreados contra los roqueríos. "The horror! The horror!" Pienso apesadumbrado que yo habría caído herido de bala porque ese salto al vació no lo practico ni cagando, ni muerto. 

Es cierto y repudiable, de acuerdo a los innumerables casos narrados por Mankell, que en estas tierras y culturas se encuentra un sin fin de organizaciones e individuos marcados a fuego por ideas absolutas y postulados fanáticos de limpieza e higiene racial, (sobre esto es recomendable echar una miradita a la serie policial basada en las novelas del autor, Wallander, trasmitida en Film and Arts, los Lunes a partir de las 21 horas). Pensamientos desquiciados que afectados por las condiciones en que nos ha tocado vivir desarrollan la locura a tal punto que, individuos como este, construyen un plan de atentados y asesinatos de la misma manera que otro imbécil diseña un juego de guerra para los Atari de todos los niños del mundo, de la misma manera que otros se hacen los lesos con hijos comprando metrallas por Bazooka.

Al recabar antecedentes literarios de este tipo de historias, en conexión con estas culturas y geografías nos encontramos con el fallecido Stieg Larsson y su trilogía Millenium, la atmósfera es la misma y algunos personajes bien podrían ser el asesino este. Países donde parece estar todo cubierto, donde todo funciona, países donde no existen las necesidades sino deseos y aspiraciones.  Países donde abundan los huevones aburridos con tiempo y energía para desarrollar cartas gant de asesinatos a primeros ministros y atentados céntricos y juegos de guerra con armas reales en los bellos campamentos de verano de la isla de Utoya.

El abogado del homicida ha señalado a la comunidad que su defendido está loco, que vive en un estado psicótico donde la realidad se ha vuelto, para él y su ralladura, en un estado de guerra y amenaza constante. A veces pienso que este argumento es una trampa de ingenio, una respuesta sencilla y facilista en términos jurídicos. Si este huevón se siente amenazado y en estado de guerra viviendo en la tierra prometida, qué le espera al (riesgo social) adolescente que crece en plena población pincoyana o cualquiera otra. Es evidente que confundo peras con manzanas y que una historia así es inabordable. Pero no puedo dejar de incrustarme en el espanto de lo sucedido.

2.- Una vez Claudio Bertoni escribió un texto para el Clinic donde daba triste cuenta de un paquistaní, que luego de haber atentado contra un hotel lleno de turistas americanos de la CIA (la cifra de muertos era alta pero no tanto como ésta última), quién, herido de gravedad, era entrevistado por un periodista de alfombra roja mientras perdía sangre y color natural. El hombrecito contaba que en su pueblo natal se dedicaba a vender yogures en un carrito. En su momento y hasta el día de hoy me parece perfecta la manera literaria de enfrentar esas imágenes, el detalle de fijarse y fijar lo importante en lo menos noticioso sin perder de vista el dolor que provoca nuestra miserable condición humana. Pero el hombrecito, como buen musulmán en guerra santa, es decir como buen islamista violento mencionaba a dios, o el error de dios, el horror de dios que tenemos.

A este vendedor de yogures nadie lo acusó de loco, ni le puso el cartel de psicópata. ¿y eso por qué? ¿Por qué dios le habla y le dice qué hacer?

Siguiendo con el poeta me quedo con lo que dijo en Conversaciones con la Poesía Chilena. Bertoni contaba que creía en un dios que escapaba a la respuesta, no creía en un Jesucristo hijo de dios, ni en uno todopoderoso. Su dios no se encontraba en ninguna parte, era un estupendo dios ausente, refería también a una Ateología y a un tal Dionisio Areopagita (de lo que nunca investigué pero hoy me entero que este Dionisio fue discípulo de San Pablo, antecedente importante porque le da una temporalidad distinta a lo que imaginaba) y que para él, su dios, es un dios que no puede ser pensado. Porque ¿cómo pensar en dios con tamaña atrocidad de fondo? Yo al menos, al caballero de blancas barbas, lo dejo afuera de todo esto.

Este tipo de escenas e historias fatales han encontrado una curiosa manera de impregnarse en mi memoria y, su recurrencia, puede llegar a deshidratarme en pleno insomnio nocturno, pero la mayoría de las veces se configura como una pesadilla de la cual no soy el héroe ni el villano sino un simple observador aterrado.

¿y si diosito en realidad se aburrió de nosotros y nuestras leseras y se fue al subte ahí donde está su antiguo amigo don sata muerto de calor con harta tentación y minoca y sandungueo esperando que llegue el loco de Oslo métale yogures con ron y cornflakes de mariguana esperando al siguiente de la temporada? Ah? Ah?

En fin (pregunta pal bronce): ¿y a Longueira quién le habla?, ¿qué podemos esperar de él? Terrorcito.