En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

jueves, 19 de mayo de 2011

Planificar vidas al detalle

La imagen es la siguiente. Está el notebook que uso para trabajar, tras él, un vidrio de tres por tres metros. A los costados cristales de similares dimensiones con una lámina que oscurece su transparencia. La hemos llamado la pecera. Recuerda la casa de vidrio: “Nautilus, casa transparente”. En frente mío, pegado al cristal, dos hojas tamaño carta unidas por un scotch amarillento. En las hojas, un montón de líneas y cruces diferenciadas entre sí por colores desabridos. Es el recordatorio de uno y otro proceso que debo coordinar y ejecutar. Una pesadilla.

Hay quienes han optado por planificar sus vidas en detalle, controlan su endeudamiento y los momentos de ocio, tienen programadas las parrillas y las abdominales, los paseos de fin de semana y las salidas en bicicleta con los nenes. En este sentido de la existencia es muy coherente la reserva secreta que se hace de los “momentos especiales”: las fiestas de matrimonio, son ideales para emborracharse pues nadie vería con malos ojos que el niño bien vomite escondido en los baños acondicionados y luego tome el consomé con cara de sapo. Pasa algo similar y curioso, que bien valdría una tesis doctoral, respecto de las despedidas de soltero que históricamente se han transformado en la puerta de entrada al mundo del cuernismo con culpa remitida a la falta de memoria de todo caballero infame. En esto dios no tiene nada que hacer, puede enviar un batallón de ángeles o arcángeles y el calendario seguirá ajustado a la regla.

Siendo honesto, valor limitado y relativo a la circunstancia, en reiteradas ocasiones he sentido envidia de esta capacidad sobre humana: “hoy tenemos que hacer una guagüita”, “mujer, qué lástima, mi calendario no considera tu calentura, según la agenda tendrás que esperar la mañana del sábado cuando la Juani duerma con su abuela”. Es evidente, me ha faltado el tiempo para sentarme a pensar en qué he fallado. Me ha faltado el tiempo para mirar más allá de la punta de mi nariz que en este preciso instante tiene una espinilla cabrona que me saca lágrimas de irritación y vergüenza. Me ha faltado, por sobre todo, comprender mi fallida humanidad, ¿qué carajo hago pensando que podré agendar mi vida?. (nadie) Nada nunca me ha salido de acuerdo a lo programado. Quise llegar virgencito al matrimonio y fui padre y caliente y culión desde antes, ni entré a la iglesia ni salí de ella con la princesa que me acompaña. Esto me da risa y pena y muero como las cachetadas de esa tragicomedia de Alex de la Iglesia.

Otra escena representativa: tuve un pasar modélico por el colegio, buenas calificaciones, buena conducta, la crítica justa combinada con una excelente disposición para hacer lo que nadie más quería hacer (acompañar al cura cacho en la misa cacho, absolutamente hueveteado por la misión pastoral), ajustado a los valores de la institución, preocupado de los compañeros, deportista mediocre, con buenas intenciones en las humanidades, un pololeo loco por ahí, ningún atraque en la capilla. Todo bien, el trayecto definido por padres y profesores es seguido ajustadamente a SU carta gant. Llegado el momento de tomar la decisión trascendente, de encausar la vida al logro y éxito económico en torno a qué estudios tomaría, no supe cuándo ni cómo un día de vacaciones, en pleno Castro, Isla de Chiloé, me doy cuenta de que no sabía que mierda iba a hacer, que mierda iba a ser. En un acto fortuito, moneda al aire y zas!! Bueno veamos de qué trata la psicología, si con suerte sabía quién era Freud. Lo económico y el éxito no ponderaron.

Pero hay quienes hacen un check y luego otro, toda vez que avanzan, fase a fase, en su carta de navegación como rebuscadamente le han llamado los siúticos relatores del sentido de la vida y el más allá y el más acá, córrase un poquito mijita. El “Outlook de la vida” le llaman los chamullentos que viven en cadena perpetua con el estrés cotidiano, no hay minuto sin razón, no hay razón sin el apuro temporal y sin la obligada sensación de que el tiempo no es suficiente. Esto no más les digo: ¡Hay quienes quisieran el día más largo para seguir trabajando!, hay quienes consideran que su agenda corta está bajo control (la semana, el día, el minuto a minuto). ¿Y qué sucede si se resbala en la ducha?

¿Y que me pasa a mí, a mí mismo, que tanto empeño le he puesto a buscar trabajo y a  trabajar (nada más terrible, nada más doloroso) en una organización educativa, ordenada, estratégica, planificada, en un área donde todo es cartas gant de colores rosas y lilas y grises, donde todo es agenda, todo es para ayer y antes de ayer concha su madre? ¿y?, ¿de qué sirve?,  ¿de qué pues?, ¿de qué me sirve si me puede atropellar una micro corriendo apurado al trabajo?. ¿Qué crestas estoy haciendo mirando este calendario y marcándolo con las tareas más urgentes, priorizadas como le gusta a mi jefa, y las menos urgentes en otro color, uno más piola, menos llamativo como para dejarlo pasar de vez en cuando?, ¿y si la micro me hubiese aplastado la cabeza?, ¿a? ¿de qué cresta vale tanta chimuchina?

Los fines de semana son el olvido. La sorpresa de las niñas.






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