En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

miércoles, 4 de mayo de 2011

Culebras hot

Desde el Lunes en la noche, y hoy  ya es Miércoles, se han estado quemando parte de los cerros cordilleranos del barrio alto de Santiago de Chile.  A tal punto que algunas de las casitas del mismo barrio alto ha visto amenazada su integridad. Como usuario habitual del transporte público he viajado temprano en la mañana observando a diestra y siniestra –acción placentera a la que el automovilista no puede acceder sin riesgo de verse involucrado en un accidente fatal- como este fuego se reparte por las laderas de los cerros en forma de serpiente roja como la del desierto de Sinaloa, dejando una huella arto horrorífica y medio apocalíptica también. No tengo claro porqué estas imágenes me linkean a repetidas escenas de la guerra de Vietnam, con bombas de napalm que es un gel de gasolina que no se apaga con nada y que arde como el puto infierno. Los expertos de la ONEMI y de la CONAF se han pasado calculando cuanto demoran en subir a caballo a la zona de emergencia, mientras el fuego avanza y quema tranquilamente, levantando una humareda lo suficientemente asfixiante como para que los colegios del territorio afectado suspendan sus clases. Y aquí quisiera detenerme. Uno de estos colegios bien regentados, previsores y cuidadosos de sus educandos es justamente el mismo en que me eduqué. Así no más concha su madre. El mismo colegio que en tiempos de sequía, por allá por los años noventa, en plena alcaldicie del beato Joaquín Lavín, llenaba unas peras de agua con capacidad de no sé cuantos litros para que los perlas nos pudiéramos lavar los dientes después de comernos el almuerzo y el kegol sabor naranja –caso aparte el pollámen coloriento que se jugaba entre el segundo y el primer piso del recinto educativo-.

Las razones de lo qué escribo, hoy por hoy, se vinculan más al grado de aburrimiento que me produce el trabajo que a una necesidad real de contar algo.

Esta misma culebra incendiaria podría desplazarse al norte y comenzar a quemar algunas residencias modestas de estas poblaciones al estilo Miami que se están peleando el metro cuadrado en las alturas de los valles nevados. Al sur del siniestro están las más piñuflas que fueron arto honestas y se  cargaron inmediatamente el mote de Floridanas, nada que ocultar, claro que las palmeras por allí son flacuchas y han sido ubicadas con mayor distancia entre una y otra. En sintonía con lo anterior surgen estos nuevos barrios para los nuevos multimillonarios de nuestra ultra nueva patria nación fulera. El condominio departamento se llama Valle Escondido y allí se esconden efectivamente los más grandes empresarios y administradores de la miseria del hombre, partiendo por nuestro presidente el jil con más tic nerviosos que conozco. No sería raro que su gobierno terminara abrupta y fatalmente por una crisis nerviosa del monito estilo Ana O, amante del pene de Freud. He sabido, gracias a unos buenos informes de mis ayudantes y detectives de lo absurdo, que cada propietario cancela mensualmente, sólo por gastos en seguridad acondicionada con metrallas ciervo asistidas, algo así como palo, palo y medio de euros y afganos. Súmele que estas gentes que no viven como uno, se dan el lujo – y aquí lo lujoso bien puede ser sinónimo de absurdo o de inútil, pero en mayor medida de mal gusto- de arrendar anualmente un sol que posa, con nube o sin nube, sobre sus residencias a bien de que puedan tomar un zano color zanahoria, permanente y sin peligro de contraer cáncer a la piel, toda vez que algunas señoras -que ya no lo parecen- han decidido plastificarse y dejar sus restos de pellejo para mandarse a confeccionar unas shalasbotas únicas y orgánicas. Es decir, cuando un ser humano, caballero y gentleman, comenta a otro ser viviente homo-sapiens-minimus igual que él, en claro estilo tradicional latifundista: “la señora aquella es bien parecida”. ¡¿Qué mierda quiere decir?! Es bien parecida a quién, o siendo más preciso es bien parecida a qué. Ya en el milenio en el que nos encontramos sabemos de personas que gustan de salir, bailar, beber, follar y cagar con maniquíes de sintética elaboración. Entonces, a estas alturas -como dirían en la familia Falabella que también vive escondida- ya las señoras no son lo que eran antes, ya no buscan parecerse a la Claudia Schiffer ni a la Crawford, ni a la Bolocco – esta última perdió terreno cuando dejó escapar parte de su boca vaginal en acto público farandulero- sino más bien a un prototipo digital que encargan a pedido a sus pequeños –así nos vemos todos desde sus alturas- diseñadores terrícolas que poco saben del sexo en plástico.  En otras palabras este valle escondido es una huevada atroz donde el rico hace el loco y se esconde en su ghetto para evitar el contagio y la amenaza del otro, cualquiera sea.

Comentario aparte, he gastado los codos pensando en la dinámica arribista que debe darse cuando se casa una o un miembro de la familia Falabella. ¿tendrán código de novios?, ¿canjearán los puntos novios falabella?, ¿se pondrá la novia con cara de perra muerta en plena semana navideña en la cola de la caja para rogarle a otro consumidor que le cargue unas luquitas a su cuenta de ahorro?, ¿las tarjetas de invitación serán las mismas, con estampilla y todo? ¿los suegros de la novia no se sentirán apocados y pasados a llevar? Tarea para el detective de lo absurdo

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