En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

martes, 7 de junio de 2011

Antes un alud


El estallido volcánico del Cordón Caulle engrandece y magnifica involuntariamente la figura del abuelo. En otras palabras, lo que uno diga del tatita se vuelve una mentira personalísima.

Es un poco espantoso venir a enterarse de este cordón volcánico ahora que la cosa está en plena erupción, cuando arto tiempo atrás estábamos métale pescando en unas pequeñas lagunas cordilleranas que ahora son sendos cráteres furiosos en actividad destructiva a todo cachete. Este Cordón Caulle, del cual te puedes informar en www.wikilosrios.cl , está en toda la Sierra Nevada del Lago Ranco por un lado y el Puyehue por el otro. Basta decir que el paisaje montañoso de estas coordenadas se encuentra rodeado de torrentosos ríos y escarpados cerros. Una mirada atenta, bien intencionada y conocedora, como la del abuelo, permite ser cauto y evitar alarmismos apocalípticos. Es decir para no caer en la tontera alharaca de creer, sentir y pensar que este sí que es el fin de Chile y el mundo, hay que saber que en 1955 el Volcán Carrán bañó de ardiente lava todo el valle del Riñinahue; y que ahora, sesenta años después, lo que fue un siniestro es una conjunción de bellas laderas que caen ingobernables de estos cerros que evidencian fuertes erupciones volcánicas, a través de orillas de ríos transformadas en canaletas de piedra pome que forman imponentes saltos de agua, arenales, nóveles bosques llamados renovales y tierras con excesos minerales a toda vista recientes. 

Son bellas las caminatas por estas tierras, es buena la pesca. Es, exagerando, una tierra todavía poco explorada.

Es la tierra de la aventura y de las hazañas forestales (por favor la ecología profunda reservese el derecho a no opinar). Es la tierra en donde se forjó el espíritu de los mismos que hoy ni cagando se van a mover ya venga el presidente con su Hinspetter (que es como el rodweiller del chorito de plaza) gritando voz en cuello del peligro inminente. De este grupete busca formar parte mi abuelo, sin ser un colono, su historia, fantasía y literatura se han construido en este mito, en esa figura y en esa cultura. No es la imagen de los Ingals ni de los colonos yanquis en cuatro por cuatro que mostraba el cine en su casa, sino la de familias de colonos belgas de 1930 cruzando los ríos de la región de Aysén en carretas con ruedas de madera y caballos extranjeros cagados de fríos con el agua hasta las orejas y la nieve un poco más abajo. Es y será la imagen del pirata perdido que navega en lagos de agua dulce a punta de balsas de troncos flotantes que cargan monedas de oro en madera nativa. Es el viejo mañoso que raptado por mapuches del lado argentino negocia su vida a punta de botellas de whisky y mujeres de pelo amarillo. El mismo crestón que mira el suelo buscando ramas de las que agenciarse un firme bastón para apoyarse en eternas caminatas. Es el abuelo que enseña a cruzar ríos tomados de la mano y en cadena donde cuatro patas son más que dos, más firmes y seguras. Y a la vez y con el tiempo es el abuelo de tu corazón que te deja ese grabado de agua fuerte y no se te olvida nunca y lo piensas bien, filosóficamente,  y ese río Nilahue que cruzábamos osadamente ahora se vuelve como la vida. Y esto ya parece la película “A river run trough it” de Robert Redford, y las niñas ya lo saben: es la misma en que actúa Brad Pitt con el postergado, pero recién ahora valorado, Craig Scheffer que juntos las hacían de hermanos McLean, hijos del reverendo presbiterano, y los perlas pescando de lo lindo en los ríos de Montana.

Es el abuelo que en su ocaso vuelve a levantarse, testarudo, sin dejar que nadie le ayude ni le  tome el brazo, el tata que ronca ebrio de fragante jerez Tío Pepe como los tronados del Carrán, es el abuelo que bien preferiría morir arrasado por el  alud del Iculpe antes que ir a parar a un hospital privado de libertad a culpa de un mal moderno. Es Hernán Ugarte, ese viejo cabrón, que nos vio crecer asustado por la falta del Candor del Padre Brown y la ignorancia y ausencia del Hombre que fue Jueves, es el mismo abuelo que lee una y otra vez el excitante diccionario de erotismo ilustrado en el baño a las seis de la mañana. Es el retata furioso por la segura inoperancia del alcalde y del intendente y de todo aquel que no vaya a escuchar sus consejos. Es el mismo viejo que debe tener la Violeta amarrada al muelle fantasma lista para zarpar al rescate de sus vecinos y amigos y desconocidos todos en estado de emergencia. Y el leyendo con las botas puestas sin siquiera inmutarse de la serpiente de fuego que baja por el río de su vida. Y el que espera irse de último será espectador privilegiado de la fuerza de la naturaleza que brama desde su centro.

Y uno aquí, como las reverendas huevas, sentado frente a un horrible notebook, en el piso 13 de un edificio ultra moderno, soñando despierto con el río de su vida, con el abuelo de su corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario