En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

viernes, 17 de diciembre de 2010

La primera vez que nos reunimos me preguntaba si en su primer mes de trabajo habrá pagado el piso

A las 12 tengo reunión con la jefa de gabinete de la primera dama en la moneda. La Lola es estupenda. Tiene el formato de niña pituca de colegio los andes, el formato de mina que a mi no me pescaba cuando yo estudiaba en el padre hurtado. No pasa los 30 años, tiene un buen magíster y  estudió abogacía, lo que basta y sobra para hacerse cargo de tamaña tarea y oficina. No miento si digo que hay tres grandes mesas de caoba y sillas estilo napoleónicas y garzón y comida a la carta y más de una secretaria todito para ella. La primera vez que nos reunimos me preguntaba si en su primer mes de trabajo habrá pagado el piso y a quienes habrá invitado y si podía conciliar el sueño con tanto poder en la espalda. Recuerdo que con Cecilia comentaban las horas de peluquería relajante que se daban en el mismo barrio donde se perdió la perra Juanita de Javiera Díaz de Valdés.

Se nos acerca el verano y es tiempo para descansar. Todos nos merecemos un tiempo de cambio, de relajo, de ocio. Mis veranos ya no son lo que eran, hoy por hoy no paso los quince días legales. Los primeros cinco me despierto exaltado a las 6 de la mañana como si mi despertador siguiera machacando. Los 5 siguientes son realmente diferentes y me apago y me vuelvo medio cromañón y quiero comer cordero, ir al campo, zapatear y me sale algo de barba y tomo color y empiezo a sentirme vivo. Los 5 últimos días lloro. Me cuesta dormirme y me angustio. Me carga volver. Me carga trabajar.

¿Pero qué pasa con nuestro presidente qué desde hace un tiempo le da por visitar el lago de mi infancia? ¿y cómo es qué descansa? El año pasado fue año de elecciones, año de campaña, año relámpago, año terrícola agotador. Para el no, para el seguro fue un año ganador, un año tranqui, un año de ventas y millones. El presidente es de otra especie, de otra bacteria o virus o viruela. Los periódicos y noticieros le mostraban cual Alien dando vueltas de aquí para allá. Que se subía al caballo con las nietecitas y una de sus hijas que después sería ministra. Al rato se le veía buceando con sendos equipos comprados en Cancún junto a sus hijos y un par de cabros amigos estudiantes de la portales que ahora son seremis, intendentes, directores regionales de alguna dependencia chora y entrete. Sin mentir, todavía en la mañana, antes de que les callera el cara de gallo en plena maceta encefálica ya se les veía  11 por lado con uniforme y canilleras puestas (algo que con amigotes tenemos prohibido en el libro a editar de las prohibiciones). Un tiempito de 40 minutos, abandona el equipo en plena goleada y se va a comprar unos locos (en veda) y unos erizos “para la CECI que anda de mala porque ayer le mostré el papelito a unos amigos que vinieron a vernos en la noche para comernos unos corderos al palo estilo patagónico de rio gallegos mientras el imbécil de mi hermano cancheaba un guitarreo por unas 50 luquitas usted sabe bien para qué”. Después del almuerzo y la comida no quisieron mostrar nada en la prensa, pero ya en la tardecita después de bajar la comida para evitar los calambres, el pirotécnico del presidente se subía a su saeta para tirar a algún nieto hincha pelotas en ski y luego en una donut “sacate la chucha cabro maricón”. Y llama al secretario y a su jefe de gabinete que tienen la suerte de vacacionar con el en la misma temporada y casa y pieza y baño. Y les dice, “jetones”, organicen un partido de polo con los Edwards que también andan por ahí en el lago y con los Zegers que no se les valla a olvidar invitarlos. Y así se entretiene el. El perla como le gusta que le digan las chiquillas de los masajes descontracturantes y tántricos con final sensitivo a toda raja. Así, sin parar, sin parar con su blackberry en el bolsillo del traje de baño, sin parar con su tik nervioso que ya le tomó la pirula. Así, en la tarde, se escapa a la moneda a mirar la foto, a revisar el outlook con la CIA, a mirar su cinturón presidencial que cuelga en su pared que debe y tiene que ser más grande que la pared de al lado y que la otra y que la otra de más allá, la de la niña que yo comentaba que anda estupenda con su peinado lais y sus regias shalabotas.

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