En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

miércoles, 29 de septiembre de 2010

De pelo largo a cero

Los sueños no ocupan lugares ni personas reales sino fantasmas y casas embrujadas que se parecen a las que conocemos.

Cuando supe que sería padre (la primera vez) sólo atiné a cortarme el pelo (esto ya lo he contado un montón de veces y de mil maneras, parece que el weas se siente orgulloso), buscar trabajo e irme a vivir a casa de la Rusia, en realidad de la suegra con la Rusia. El hecho de cortarme las chascas representaba el regreso al mundo del orden y la perseverancia . Simultáneamente comencé a soñar y a recordar, a despertar taquicardioso y asustado. Sueños pesadillas como este: caminaba a ritmo medio, de noche, por calle pio nono (este era un paseo habitual, recorrido obligatorio a la casa de los pulpos, de los Marlons), la gente, los jóvenes, los flaites, los Otros; se daban vuelta y suap!!!, cornete en todo lo que es cara, y así uno tras otro, una especie de ollito patá pero a la cornea como diría Rupcich. Lo mejor era despertar.

En esa onda onírica me encontraba cuando tuve este sueñito colegial.

Repito, los lugares no son claros, las personas más o menos unos fantasmas.

Estábamos, como era costumbre en esos tiempos, carreteando en mi casa parcela comunidad. Ustedes, mis invitados, tomando una y otra botella de pisco (me parece que todavía era capel lo que se estilaba, no como ahora que el ascenso laborioso le acarrea el alto del carmen), así los jiles abriendo una y otra vez el refrigerador de la cocina hasta que no quedara panpita, ni pan negro light, ni ninguna lonja de queso o jamón de pavo, todos esfuerzos infructuosos de mi madre por entrenarnos en la alimentación saludable. Pero en el patio, bajo ese salto de piedras (el mismo en que Yeyo, siendo muy pendejo, inauguró mi bicicleta cros y su cabezota contra el suelo) nos manteníamos furiosos, excitados y calientes por la presencia de una invitada ilustre. No solo estaban las flacas, las primas, las puntos, las rusias, las novias, las virgen, las más chicas y todas las minas del montón. También se paseaba, pavoneándose, con su Blue Jean ajustado, su polera sudadera escotada, la muy inigualable, cara de me derrito, cara de ay si!! más más!!!, la Alé Jaté. Si compañeros, surgía de los matorrales (esos en que se inició el record 5 contra 1) la muy rica Alé Jaté. La misma que años antes, perturbadora, había sacado promesas declaratorias de quien les habla y su compañero, el misterioso Vernácula. Y alegre ella, se paseaba, mostrando su pezoncito duro por acá, mostrando su calzoncito por allá.

De pronto, ya no estábamos en mi casa sino en la de ella. En su patio, en sus sillas, borrachos o dormidos o volados (al menos yo y uno que otro pitero intermitente). Con la cabeza apoyada en la mesa voy abriendo los ojos, percatándome que mi pelo había sido cortado, rapado y dejado por todos lados como pelusas sobre las manos, sobre las sillas, por todos lados un mechón. Histérico como niña ante la evidencia de su falta corrí al baño, en el espejo me miraba de reojo pensando en quien chucha me podía haber hecho eso. ¿Quién weona? ¿quién?

De aquí en más la cosa toma ribetes impensados. Culpaba a los padres de la muy guacha calienta sopa yo se que soy (lo que soy) y salgo con mayores. Los imaginaba a ellos, viejetes insoportables, lateros, mamones y conservadores hasta el hartazgo, lo imaginaba a él como un Coronel en Retiro y a ella, la madre, muy beata, explotada y controlada por este militar de la gran puta. Y adivinaba que había sido él, el muy crestón. Entonces, sin grandes esfuerzos, sometía a la muy rica, sácate la ropa, de que fuéramos donde su papi regalón y que le hiciéramos una gran clase de sexo a lo perrito (yo paradito y ella de potito, ay sí… su potito así… mirándome con el ojete maloliente ), todo el ejercicio, mete y saca, acompañado de un gesto notable: con el mismo dedo que lubricaba, el del medio, el del spyder, expuesto hacia arriba, en señal de chupate este hijo puta, ven y córtame el pelo ahora viejo cabrón.

Como decía son fantasmas y casas embrujadas, pero lo hacen a uno despertar bien mojado.

1 comentario:

  1. guena cauro culiao, si apenas te daba pa la paja culposa después de misa y ibai a ponérselo a m'hijita...

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